lunes, 27 de junio de 2016

Arabesco N°01

Bajo el cristal, hacia un lado del azul que se extendía roto entre las hojas de las sombras agonizantes, el pez se deslizaba por las edades; entonces lo veían surgir en los ojos, perderse de iris en iris, o mezclarse en la transparencia de los reflejos de las aguas y herir los ojos nuevamente, pues estos, que permanecían así, atentos y en éxtasis, también querían sobrevivir con la bella imagen de la vida, pero los destellos los encerraban en los parpados, y en la memoria, el pez que se agitaba inquieto en sus propios colores, era revestido con la alucinación de luces en el fondo oscuro de la conciencia.

De allí rescataban sus presencias, entre las esferas de las pupilas, densas como el metal bajo el cual ceden el espacio y las formas, sintieron la espuma suave y fresca cuyos rastros humedecían los contornos de la realidad; pero el reflujo los llevaba ahora hacia las hondas e imperturbables fantasías.

La desnudes hacía flotar las palabras inútiles, como vestidos anticuados y sin ningún uso, perdían un sentido sagrado aunque sus significados las hacían perseverar con cierto afán sobrecogidas por el temor de rebelar algún fin primitivo que la profundidad, ayudada por la neblina del miedo, desfiguraba en la distancia para caer en la hojarasca presentida, en ese remolino de estaciones y entonces, por primera vez, sintieron el frío del ardor que hasta allí los había unido.

Atrás quedaban la superficie y los miles de ojos que ocupó el alma, inventando los diversos e inmaduros intentos del asirse. Hallaba ahora su medio, mientras en la región viva de lo invisible el pez giraba y sus colores relataban, en contraste con el azul del medio día, el recorrido inútil y sereno de la fuente ocupada por dos sombras muertas, casi como ante un espejo, así en apariencia ella dijo, ella preguntó arrancando a su voz como a un fruto la pulpa del corazón: Volverás?

Paul Mendoza Malaver
Cajamarca, 2016

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